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Política y emociones

A propósito del Día Mundial de la Salud Mental, el pasado 10 de octubre

Publicado: 2021-10-13

Escrito por: Emilio La Rosa Rodríguez

La frase célebre de René Descartes “Pienso, luego existo” para remarcar que el hombre es un sujeto pensante, cuya existencia puede ser cuestionada, porque dudar ya es pensar, luego existir; podría transformarse en “me emociono, luego existo” porque toda nuestra vida está teñida por las emociones y, por lo tanto, la política como actividad humana, también lo está. Sin embargo, existen aún muchas reticencias para hacer entrar las emociones en el campo de la política, en donde las ideas, ideologías, programas, estrategias y acciones ocupan todo el discurso político dejando muy poco espacio para el hombre y sus emociones. 

Una emoción es a la vez una reacción orgánica (reacción neuronal y hormonal), un comportamiento expresivo y una experiencia consciente. En realidad, ciertas estructuras del cerebro reaccionan frente a un estímulo provocado por un objeto, un acontecimiento real o irreal, o un recuerdo, desencadenando una emoción. Todos hemos experimentado emociones de miedo, sorpresa, aversión, cólera, alegría y tristeza. Estas emociones básicas son la expresión de:

• Peligro, incertidumbre, inseguridad (miedo).

• Asombro, sobresalto, desconcierto (sorpresa).

• Asco, disgusto (aversión).

• Enojo, resentimiento, rencor, furia, rabia, irritabilidad (cólera).

• Júbilo, euforia, diversión, bienestar, seguridad (alegría).

• Pesimismo, pena, soledad (tristeza).

Las emociones también pueden ser catalogadas como negativas o desagradables (pesimismo, disgusto, pena, rencor, etc.) y positivas o agradables (júbilo, bienestar, etc). Emoción y razón son dos elementos de un proceso psicológico único, es decir, “la capacidad de expresar y sentir las emociones es indispensable para la puesta en marcha de comportamientos racionales.” (1)

En política, los ciudadanos y los políticos actúan también bajo la influencia de las emociones, ya que las personas “piensan lo que sienten”. No podemos pues, menospreciar lo emocional (lo que una persona siente) porque representa uno de los factores esenciales para comprender el comportamiento de los políticos y los ciudadanos. 

El miedo, la cólera, la frustración, el pesimismo, el optimismo, la euforia son emociones que pueden producir resultados poco previsibles y alterar o modificar una elección democrática o la aplicación de un programa gubernamental. 
El pesimismo es tan contagioso como el optimismo. El miedo moviliza tanto como la alegría. Los estados de ánimo influyen grandemente en la opinión pública. La cólera y las frustraciones movilizan y son acicates para la acción.

Actualmente, en el Perú como en otros países, la desafección, la desconfianza y el descrédito de la política, los políticos y las instituciones democráticas aumenta considerablemente, poniendo en peligro la democracia y abriendo el camino, a los cantos de sirena del populismo, y a los gobiernos autocráticos. Estamos viviendo una serie de crisis (sanitaria, ecológica, económica, social, política, moral) que crea un cierto “nerviosismo social” que se traduce en el debate público por un cierto pánico, excitación, urgencia, desinformación (2)  -fake news-. 

El discurso político adquiere cada vez más un tinte pasional y subjetivo, alejándose progresivamente de la realidad objetiva, de los datos y de los hechos reales, y algunas decisiones políticas son tomadas dentro de este ambiente emocional.

No es posible gobernar un pueblo si no se conoce la realidad y no se le comprende. La política debe integrar las emociones del hombre en sociedad para buscar una mayor y mejor proximidad con el ciudadano; para conocer sus anhelos, frustraciones, cóleras y desconfianza frente a lo político. No se puede ignorar la “sociedad emocional” porque esta realidad termina por distorsionar la política. Como señalamos anteriormente, el hombre “piensa lo que siente”, es decir que sus sentimientos se transforman en pensamientos y su afiliación ideológica tiene que ver más con sus emociones que con la razón. La razón no es extraña, ni está alejada de la emoción: “razón con corazón”.


(1) A.R. Damasio. L’erreur de Descartes. Paris, Odile Jacob, 1995.

(2) William Davis. Estados nerviosos: cómo las emociones se han adueñado de la sociedad, Editorial Sexto Piso, Madrid, 2019.

Emilio La Rosa Rodríguez. Médico-cardiólogo, Maestrías en Salud Pública y en Gestión de Servicios de Salud, Doctorado en Antropología y Ecología Humana, Médico jefe (IPC, Paris), director (Centre de recherche et d’étude santé et société), Exvicepresidente del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO.


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